Kelly, aunque técnicamente era ecologista, nunca dejó de trabajar en refugios de animales, ni siquiera los fines de semana, durante toda su carrera. Dedicó sus esfuerzos como ecologista a la restauración de la última duna y pantano de mayor calidad que quedaba en Gary. Su trabajo la familiarizó íntimamente con el paisaje y la gente de la ciudad. Posteriormente, pasó a trabajar en un refugio local, donde se encontró con numerosas familias de mascotas de Gary que buscaban ayuda para sus mascotas. La desgarradora comprensión de que no podía brindar ayuda debido a limitaciones jurisdiccionales despertó una profunda preocupación en su interior.

Motivada por el deseo de abordar esta brecha y contribuir a la estabilización y curación de la comunidad, decidió abandonar el refugio. Este momento crucial llevó al inicio de un programa destinado a rectificar la situación, garantizando que las familias de mascotas en Gary tengan acceso a la atención y los recursos que necesitan. A través de esta iniciativa, su objetivo es fomentar una comunidad próspera y solidaria donde ninguna familia de mascotas se quede atrás.